miércoles, 1 de marzo de 2017

Coplas a la muerte de su madre. Diario de un refugiado VI



“Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir…”


La barca en la que nos subimos, parecía de juguete. Tantas veces lo habíamos visto por televisión y ahora me costaba creer que nos encontrásemos en una de ellas. A cambio de nuestros pendientes de oro nos sacaron de Italia. Esta vez el único equipaje que llevábamos encima eran los móviles y los pésimos chalecos salvavidas que nos dieron. ¡Qué barbaridad... ni siquiera eran de nuestras tallas! 
Calculo que sería mediodía cuando salimos, ya que el sol estaba justo encima de nuestras cabezas. Al caer la noche hacía muchísimo frío y la barca nos zarandeaba a causa de las olas que había. Algunos de los que nos acompañaban murieron por diversas causas: unos de frío y otros de sed.
Nos sumergíamos en una inmensa oscuridad en la que no se veía nada. Sólo se oía el ruido de la marea chocando con nuestra barca y el castañeo de nuestros dientes. 
La pesadilla no terminaba al salir el sol. Cada vez éramos menos, y mamá estaba empezando a enfermar. A falta de espacio, decidieron tirar los cadáveres al agua.
No llorar era muy difícil, nunca imaginé encontrarme en esa situación tan dolorosa y traumática. Sentía miedo por quedarme sola en algún momento. Yo iba en la popa, donde más se notaba el zarandeo de las olas...

Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna.

Cuando llegaba la noche, se podía percibir el sonido de los animales del fondo marino y el chapoteo de los peces. La cantidad de criaturas que hay en las profundidades del mar, sabiendo que podría estar encima de alguna de ellas... No quise ni imaginarlo.
Temíamos que hubiese tormenta, porque con lo inestable que era la barca podíamos incluso volcar. La noche era tan oscura que ni los rostros nos permitía diferenciar... Todo era completamente negro, como si le hubiesen dado a un interruptor y las luces se hubieran apagado. Ni la luna tenía el mismo brillo que antes...

Contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando.


El graznido de las gaviotas despertaban a cada uno de los tripulantes de nuestra barca, incluida yo. El día no amaneció con muy buena pinta. Hacía frío y el cielo estaba gris.
Lo que más temíamos, estaba a punto de suceder. Si el tiempo continuaba así desataría una tormenta y cabría la posibilidad de volcar. Tenía mucha sed y se nos agotó la poca comida que nos quedaba a bordo. Mamá estaba empezando a enfermar y no teníamos nada que pudiese salvarla. Carlos y yo estábamos muy preocupados por lo que pudiese pasarle. Mientras las olas rompían contra nosotros la barca se zarandeaba demasiado, haciendo que nos chocásemos los unos con los otros. En uno de esos bruscos movimientos la cabeza de mamá chocó con uno de los laterales del bote. Ella ya estaba débil, y ese golpe hizo que comenzase a sangrar. El sangrado no cesaba y temíamos que muriese. Mientras Carlos y yo estábamos abrazados mamá dijo sus últimas palabras antes de morir: "sobrevivid" Y en ese momento supe lo que era sentir el máximo dolor.

Sus grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues...


En la vida olvidaré su sonrisa, su rostro cuando reía, el beso de buenas noches, su lunar en el hombro izquierdo, su intenso y dulce olor a perfume. Su pelo negro como el azabache, ese que ella misma teñía porque siempre fue muy coqueta. 
Recuerdo sus abrazos que me dejaban sin respiración. Recordaré que incluso enfadada siempre nos demostró su amor incondicional. 
Nunca la olvidaré.


No alcanzó grandes tesoros,
ni dejó muchas riquezas,
pero...


Siempre la amaré. No sólo era mi madre, también era mi amiga, mi confidente, mi guía...
La persona que me enseñó todos los valores, todo lo que soy.
Me parecía imposible continuar sin ella pero se lo debía. Tenía que continuar hasta el final. No pensaba rendirme. Ahora sin ella Carlos es lo único que tengo. Tendríamos que estar más unidos que nunca.
Y eso hicimos.


Y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.


De repente, entraron por mis oídos una serie de sonidos estridentes. Alguien nos hablaba a través de un megáfono y me costó reaccionar. Un barco muy grande de color blanco y rojo se acercó a nuestra barca.
No podía creerlo.. ¡Nos estaban rescatando! Después de tantos meses de sufrimiento y cuando pensaba que acabaríamos todos muertos, nos ofrecían ayuda.
Todo pasó muy rápido. Cuando me quise dar cuenta varios hombres nos habían subido al barco de rescate. Inmediatamente nos taparon con mantas térmicas, nos dieron agua y comida. 
Una mujer muy amable se acercó a mi. Me dijo que era psicóloga y se ofreció a ayudarme.
Le conté brevemente lo que nos había pasado y sus palabras lograron tranquilizarme. 
Durante las horas que duró nuestro rescate, hice muy buenas migas con ella y me aclaró una duda que tenía: daba igual el destino, lo importante era que estábamos en buenas manos y ahora sí podríamos tener un buen futuro.


Cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.









1 comentario:

  1. Enhorabuena por tu trabajo Naiara. Has escrito unos textos de muchísima calidad y este último, en concreto, es una maravilla, consigue transmitir un hondo sentimiento, igual que las coplas de Jorge Manrique. Espero que no vuelvas a perder nota por no entregarlos a tiempo.

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